Eras innombrable, el intocable.
Y te vi tan humano, tan real, que dejó de existir todo eso que antes existía.
Finalmente te veo, con mis ojos y no con la ceguera.
Y no me gusta.
Me gustaba pensar que eras como me decías, que ilusa al creer tus palabras que yo pensaba como falsa modestia.
Pero te escucho hablar y me cuesta entenderte. Te miro y no quiero mirarte, ni siquiera me entretiene descubrirte como antes.
¿Quién eras? ¿Quién sos?
Eras todo.
Y ahora, nisiquiera sos nada.
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