domingo, 9 de mayo de 2010

3 de Agosto & Ojos Azabache,

3 de agosto.
Parte uno.

Quizá aquella tarde de lluvia yo terminaría con su dolor.
Pero él parecía resistirse, simpre fue una de esas personas a las que les gusta parecer fuertes, aguantar el dolor, la presión. Pero por dentro, estaba hecho de cristales.
¿ Por qué costaba tanto que las palabras salieran de mi boca? Sabía que la situación no podría ser mucho más diferente de lo que ya era. Pero, ¿ Por qué ?
Primero siempre una disculpa, y aunque noté que su respiración ya no era igual, no paré de hablar.
Mientras las palabras cruzaban el largo y frío vacio que había entre él y yo, mis pensamientos armaban y recordaban situaciones ya vividas. Habíamos sido tan cómplices, tan unidos, tan únicos. Que ese vacío, se hacía inllenable. Y me dolía tanto verlo así. Así de lejos, de congelado, de sorprendido y destruído.
Esa sonrisa tan brillante y conquistadora que tenía, ya no se asomaba por su rostro. Pero una sombra no familiar cubría la luz de sus ojos y no me dejaba ver su corazón.
Sostuve sus manos, en un intento desesperado de acortar nuestras distancias tan cercanas. Pero, ya ni el tacto era el de antes. Pude sentir cómo sus dedos temblaban, y no sé realmente si era debido al frío.
Puse mi mejor cara de concentrada, todo para ocultar las ganas de llorar. Sabía que era mi turno de ser fuerte. Por él. Y por mi.

Parte dos

Cuando sus ojos empezaron a ponerse rojos, yo lo único que deseaba era que el tiempo volviera atrás, más atrás aún. Tenía ganas de vivir de nuevo la primera vez que nos vimos, un 3 de agosto. Él era el chico de pelo marrón oscuro que se sentaba justo adelante mío en el colectivo. Ese chico que siempre miraba por la ventana como si esperara algo y que cuando llovía llevaba su tapado azul.
Nunca pude evitar, desde ese día, subir al colectivo con la esperanza de verlo. Era su expresión, o no sé su actitud, algo en él me distraía de mis apuntes de historia del arte que releía durante el viaje.
Y me mataba, no sabía quién era, a dónde iva, cómo se llamaba. Me mataba no saber quién era el muchacho que aunque no me dirijiera una palabra me sacaba una sonrisa todas mis aburridas mañanas.
¿Será que nos llevabamos bien desde un principio aunque no nos hablábamos? Esa conclución es bastante nueva.
Cuando subía y lo miraba a los ojos, él siempre me corria la mirada , como si estuviera tratando de esconderme algo, cuando yo simplemente quería saber, me refiero a conocer, quién era el chico del tapado azul.
Ese día, que me saludó, por un segundo pensé que saludaba a otra persona y que yo me estaba haciendo cargo. Pero me sonrió, esa sonrisa, era un espejo, me di cuenta que por primera vez desde que viajamos juntos no miró por la ventana...


Parte 3

Me contaba cosas casi sin hablarme, porque pasábamos el viaje, en su mayoría callados, mirándonos de reojo, esperando que alguno de los dos dijera algo más que "buen día". Pero no pasaba de eso.
Yo solía levar libros de cosas interesantes, solamente para sacarlos delante de él, para ver su reacción, pensaba que quizá así lograría sacarle algún comentario, que terminara en una posible conversación, no me importaba de qué, solamente quería hablarle. Su voz, era tan cálida y cautivadora, que provocaba en mi una sensación de no haber vivido nada todavía. Si, yo sólo era una chica interesada en un desconocido muy familiar.
Cuando no nos sentábamos juntos, adelante de todo, no podía evitar buscarle la mirada entre las bufandas y abrigos de ese invierno. Por lo general lo encontraba, pero los días que no lo hacía llegaba sin ganas al colegio, como si hubiese perdido algo , algo lindo, que me hacía feliz.
La veces que lo veía apoyando su cabeza contra el vidrio empañado de la ventana, me daban ganas de decirle que usara mi abrigo , uno que siempre llevo de más para alguna de mis amigas con frío o para mí, para apoyar la cabeza, así no tendría que sentir tanto el movimiento del colectivo, y yo podría mirarlo sin sentirme tímida cuando él cerrara sus ojos. Pero no me salían las palabras.
Había días, en los que por deducción sabía que él había pasado toda la noche estudiando o haciendo algo para sus estudios, cuando yo me subía al colectivo y lo veía sentado con los apuntes de química sobre sus piernas, completamente dormido y despeinado me preguntaba cómo podía ser que existiera algo tan complicado y simple al mismo tiempo. Un chico, un lugar en un colectivo, con sus apuntes, algo simple. Provocaba tantas cosas complicadas en mí, que apenas podía entenderlo...

Parte 4

Mientras le trataba de explicar lo que pasaba por mi cabeza, podía ver cómo sus ojos se fijaban más y más en mi mirada, prestándome atención, aunque lo que estaba escuchando lo lastimara tanto. Ahí estaba, esa actitud, esa necesidad de parecer fuerte, yo creía que con tal de no llorar adelante mío soportaría cualquier cosa. Pero realmente las cosas no tenían por qué ser así. Él no tenía que aguantarse las lágrimas, menos adelante mío. Yo podía entender todo lo que él decía o callara. Éramos el uno para el otro, siempre lo fuimos.
Durante esos meses fuertes, fríos y secos de invierno fuimos hablando cada día un poquito más. Yo, intentaba hacerlo sonreír con algún comentario, que siempre me hacía poner colorada, o con algún chiste, sólo para verlo sonreir. Ya no era más el chico tímido, triste que mirababa por la ventana, sentía como que yo lo dejaba ser. Y yo ya no llegaba al colegio con cara de decepción.
Me había contado que se llamaba Ariel, que estudiaba en un colegio que estaba a sólo unas cuadras del mío y que practicamente éramos vecinos. Tenia un gato y le gustaba sentarse en su balcón a mirar las nubes. Esas cosas tan sencillas, lo hacían tan perfecto. Cada charla con él era inovidable, yo escuchaba atentamente, aunque hubieran momentos en los que deseaba que me abrazara en silencio. Igual, era demasiado pronto para eso.
Hay una cosa de la que nunca me voy a olvidar, "Y vos, ¿Cómo te llamás?", se me había congelado la piel, al chico del tapado azul, Ariel, le interesaba saber mi nombre. Quería saber con quién estaba hablando. "Clara". Nunca había visto a alguien sonreír así. Estaba Feliz.

Parte 5,

Desde ese día, en que me dijo su nombre , sabía que nunca jamás lo olvidaría.
El tiempo pasaba, y nosotros nos conocíamos cada vez más, hasta llegar al punto de dejarle mi mail, supuestamente para hablar de química con él, yo sabía que esa materia le gustaba, sus libros y apuntes eran de eso nada más. Si él hubiese sabido que yo era un artista y no una científica, seguramente no me hubiera hablado. Ése era uno de mis miedos, ¿qué habría pasado si no me hubiese saludado aquél día tan gris?.
Me temblaba el cuerpo de impotencia y miedo de sólo pensarlo, estaba tan cerca, tan cerca de él, que haberlo tenido tan lejos en el mismo espacio me dolía en el alma. Pero ahora, era parte de todo mi tiempo. Me consumía mucho más que antes. Lo veía en los asientos color mate de la línea de vehículos públicos que me había hecho tan feliz durante aquélla época, lo veía, en mi computadora, cada vez que iniciaba sesión, lo veía en mis sueños, sonriéndome, tan perfectamente, que era digno de pintar y retratarlo en la historia. No sabía si me estaba volviendo loca, o simplemente era verdad, el amor, existía. Y obviamente, yo no era ajena a ese sentimiento. Ya no podía evitar controlar mi respiración, y parecía que mi corazón se reía de mi conciencia, retumbando en todo mi cuerpo, como una bomba de tiempo, que el cualquier momento iba a estallar. Para dejar destruído todo el lugar. Ya, el año completo me parecía hecho de nieve si no tenía noticias de él, aunque sea un día. O por ahí me sentaba a ver la lluvia, qe carece de forma y color, pintándola a través de su mirada reflejada en mi memoria.
Ya era parte de mi.


Parte 6

Temblaba, mi corazón se había detenido. Un calor inundó mis pies y arrasó con todo mi cuerpo lentamente. Mi mente no sabía qué pensar. Qué hacer.
Me estaba besando. Si, Ariel. Me estaba besando. Y yo petrificada. ¿Qué se suponía que iba a hacer en un momento así? Aunque me lo había imaginado tantas veces, nunca había sentido el ardor de sus labios sobre los míos, ni mucho menos a presión que hacían sus dedos temblorosos en mi cintura. Todo estaba pasando muy rápido y yo sólo quería parar el tiempo. Era tan perfecto.
Mechones de su pelo acariciaban mi cara al vaivén de sus besos en mi boca. Su respiración, la podía sentir llenándome el espíritu, como si fuera mi primer bocanada de aire en un campo en primavera. No quería soltarlo, me sentía tan bien junto a él, estaba con la persona que más había amado jamás. Me quitaba el aliento, él era todo lo que había soñado, y todas mis razones para seguir viviendo.
Su mano izquierda bajaba de mi cintura a la cadera torpemente y volvía a subir. Mientras que su mano derecha sostenía mi rostro cerca del suyo. Su pecho protegía el mío. Era mucho más grande que yo, podía darme cuenta, seguramente me sacaba una cabeza. Sus hombros, eran anchos, su cintura estrecha, y me besaba, de una manera, tan, dulcemente. Como si yo fuera algo frágil o como si estuviera aprovechándo cada milímetro de mi boca. Yo apretaba mis ojos deseándo que eso nunca terminara. Y él no dejaba de besarme. Ya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que nos quedamos callados mirándonos a los ojos, ni cuántos besos faltaban para que me sintiera segura sin sentir sus labios. No, si sabía eso. Faltaban Millones.


Parte 7.

"Clari"... Me dijo, recuerdo. Las gotas de la lluvia corrían sobre su rostro, y casi podían ocultar las recién nacidas lágrimas que sus ojos me regalaban. No me faltaban ganas de abrazarlo y dejarlo apoyar su cabeza sobre mi hombro. Pero mi desición estaba tomada. ¿Cómo podría decirle a la razón de mi latir y respirar que ya no podía tenerlo en mi vida? Realmente era algo más complicado que eso.
Uno por amor, a veces hace lo que no quiere, o hace cosas para proteger a la otra persona. Era lo que yo intentaba hacer. Protegerlo, por que era lo más hermoso que me había pasado. Y prefería ser una infeliz cada segundo de mi vida antes de que él lo fuera. Él todavía tenía tiempo de rehacer su vida, era jóvenes, fuertes, saludables y felices.
Pero cada semana que pasaba mi respiración se hacía más débil. Yo sabía que esto iba a pasar, pero ¿cómo iba a saber que encontraría al amor de mi vida sentado en un colectivo?¿ Y que él me amaría tanto? Yo había nacido así, pero él hacía que todo mi mundo se olvidara de eso. Por eso, le juré que mi alma sería suya. Por que sabía que era lo único que iba a quedar con él cuando yo me fuera.
Mis pocos 17 años, no iban a durar tanto. Mis padres, pretendían que me cure de milagro. Pero siempre, siempre, supe cual sería mi último respiro.


Ojos Azabache.

Parte uno.

Fue en un simple tiempo, en el que ella apareció.
Yo sabía que algún día iba a encontrar al amor de mi vida, solo lamento haberlo hecho tan tarde. Pude haber aprovechado mis 18 años junto a su companía, aunque muchos de esos años fueran de muy chiquito. Ella podía hacer que no duerma, que no coma, que no quiera ver, ni sentir, ni nada. Era dueña de todas mis acciones y razones. Mis amigos me decían, que ya no era el mismo. Bueno, es verdad, ya casi no era el mismo. Pero por que la tenía a ella. Ella era mi todo y mi nada a la vez.
No podía imaginarme caminando sin tenerla sosteniendo mi mano, siempre fue mi soporte, mi ayuda.
Nos conocimos de la manera más estúpida. Desde que empezó el secundario, se tomaba el mismo colectivo que yo. Y siempre me pareció una nena muy bonita, hasta que la descubrí mujer. Era rara. En mi mente no encontraba una categoría para encasillarla. Era hermosa. Como se movía, me daba la sensación de que estaba insegura con todo. Miraba al piso, sus mejillas se teñian de un dulce rosa si la miraba fijo. Sus rizos negros caían sobre sus hombros, y la luz que se encontraba en sus ojos color azabache, le daba fuerza a su mirada. Desde hacía años la miraba como si fuera mi hermanita menor, y ese día quise saber qué se escondía detrás de esos labios finos y delicados.
Nunca me había animado a hablarle, y solamente le prestaba atención durante el viaje , aunque lo único que ella hacía era leer apuntes, todos diferentes, todos los días. en su mayoría eran de ciencias exactas, matemática, química, física. Era muy inteligente, por lo que parecía. ¿Cómo puedo impresionar a una chica a la que le gustan las ciencias? Si yo lo único que hacía era tocar mi guitarra. De hecho, siempre me había llevado química en el colegio. Igual, no importaba, iba a estudiar lo que fuera necesario para impresionarla. Siempre fui inseguro de mi mismo, y me costaba tanto hablarle que quizá si ella me hablaba a mi sería más fácil. Por eso pasé noches y noches estudiando química y pasé las mañanas siguientes llevando esos apuntes, que le robé a mi hermano mayor, al colectivo para ver si lograba sacarle algún comentario. Pero nunca me habló. Solamente se sentaba al lado mío, miraba mis apuntes de reojo y sacaba los suyos para leerlos durante el viaje.
Esta situación duró más de lo que yo pretendía, mis amigos del colegio no entendían por qué derrepente había dejado de lado mi discografía de Bad Religion para agarrar los libros avanzados de química. Qué cosas más estúpidas hacemos cuando estamos interesados en alguien. Seguramente la hubiese impresionado más si hubiera llevado mi hermosa guitarra al colectivo por las mañanas, ella era un artista. Obviamente tardé en descubir esto...


Parte dos.

A veces me guío por mis instintos. Ya estaba cansado de mirarla de lejos, y desear que nadie se siente a mi lado para así guardarle el lugar.
Así que le hablé. Más que nada por impulso, por que si lo hubiera pensado, me hubiese quedado como un tonto mirándola a sus hermosos ojos negros.
"Buen día" le dije torpemente, ella levantó la vista, me miró, dudó por un segundo, y me sonrió. La victoria la tuve con una sonrisa dulce y tímida.
"Buen día" me dijo. Ya había cruzado la barrera del desconocimiento. Y le había hablado. Nunca estuve tan inquieto por dentro.
Después de eso, ya no era tan dificil como antes provocar una conversación casual. Como las de las ancianas cuando van al supermercado y comentan que los precios están caros, aunque no se conozcan.
Era Clara. Así se llamaba y habíamos acordado intercambiar nuestros menssegers para "consultas de química". Creo que nunca deseé tanto estar en mi habitación conectado como ese día.
Ya tenía todas las herramientas necesarias para hablar con ella más profundamente.
La ansiedad y los nervios ponían en juego mi coherencia. Como si fueran mis últimos 5 minutos con vida y no supiera qué hacer para explicarle cuánto la amo.
La fui conociendo con el tiempo, fui aprendiendo como podía ser que mis días no existieran sin que ella cruze por mi cabeza.
Era hermosa. Completamente ideal. Era sensilla, sensible, inteligente. Tenía defectos obviamente, pero nunca habíamos peleado. Amaba estar en su companía.
Todavía recuerdo el latir de su corazón contra mi cuerpo. Era como si mi corazón y el suyo se hablaran en código morse, se decían que se amaban, que se necesitaban para poder existir. Mi pecho era su refugio, siempre me abrazaba y apoyaba su cabeza en el. Podía caerse el cielo y nosotros seguiríamos abrazados.


Parte tres.

El ruido del reloj me hacía arder los oídos. Sólo pretendía que su voz calmara las heridas de mis tímpanos. Esperaba, sentado en la silla que mi madre ponía en la puerta de entrada a mi casa. Hasta que sonaran esos tres golpes característicos de su llegada.
Amaba agarrarla por la cintura cuando subíamos las escaleras hacia mi habitación, como si fuera una pequeña pieza de mi, que dependía de mi sostén, firme y seguro, para subir esos peldaños cantando, sonriendo y jugando con todos los espejos que colgaban de la pared. Creo que nunca podría terminar de entender la sensación de su presencia. Como si todo el aire del ambiente se fuera hacia su boca. Y la desesperación de mi cuerpo por respirar se demostrara al besarla. La vida no tendría sentido sin ella. Sin su piel suave, sin su risa escandalosa de niña pequeña, sin su perfume en el pelo. Todo me llenaba tanto.
Las tardes más perfectas se pintaban desde mi ventana, a veces Mateo, mi gato nos acompañaba, otras simplemente, la admiraba dormida sobre mis piernas o sobre mi pecho, mientras el sol, ya casi ocultándose la iluminaba con pocas fuerzas, tiñendo todo de un naranja cobrizo, acariciando sus mejillas rosadas, deslizándose por la mueca de felicidad en su boca. Era cuando despertaba, justo al atardecer. Abría sus hermosos ojos negros e iluminaba toda mi vida de un sencillo movimiento. Sonreía.
Sonreía como si fuera la última vez que lo hiciera. Y me hacía amarla casa segundo más.
"Hola", su voz, ingresaba en mi cerebro y producía un corto circuito. Se me erizaba la piel. "Hola". Mi cuerpo, mi mente, todo se confundía, no podía dejar de pensar en que la amaba, nisiquiera para responderle un simple saludo. Pero no importaba, ella dejaba pasar todas las cosas de las cuales yo me avergonzaba, y me hablaba. Y yo no podía dejar de mirarla.



Parte cuatro.

Habíamos merendado juntos, y ni una sola mirada sincera cruzó la habitación. Ahí estaba de nuevo. La nena, la pequeña del colectivo. La que caminaba con la cabeza gacha como pidiendo perdón.
Pensé que simplemente estaba teniendo otro de esos dolores característicos de ella. Me decía que era un dolor punzante en medio de su cabeza. Que no podía pensar, le dolía inclusive respirar. En esos momentos no sabía que hacer, como calmar su dolor. Mil veces soñé con hacer un pacto con el diablo para que su dolor fuera mio y ella pudiera vivir tranquila. Pero era imposible. Me dijo que ya había nacido así, que a veces el dolor no se iba pero que estaba acostumbrada a sentirlo. Y que lo llevaba consigo como si fuera un fantasma.
Cuando llegamos a la parada de colectivo me puse en frente de ella y la abrazé. Pero esta vez ella se quedó dura, en su lugar, como hecha de piedra, como si mi abrazo no fuera algo que estaba esperando. Mi reacción fue alejarme, queria ver su cara, leer sus ojos, ver que le estaba pasando, quizá allí encontraría la respuesta que pasaba por mi cabeza desde hacía temprano ese día.
"¿Qué te pasa?" le pregunté suave, con tacto. Cuando subió la mirada para contestarme su rostro parecia distinto. Ya no me miraba inocentemente como lo solía hacer. Estaba seria, sus mejillas no estaban rosas y su actitud madura se notaba en el aire.
Tenía fija la mirada, pero realmente no observaba nada. Podía percibir el movimiento de sus labios y manos, en modo de explicación. Sus ojos billantes, parecían tristes, perdidos en algo que no tenía salida. Clara me hablaba, pero hacía rato que yo no escuchaba.
Lo único que me quedó cuando se marchó, fue la sensación de vacío sin explicación.
Apenas empezó la conversación, el cielo ambientó con unas pequeñas gotas, y cuando se despidió caía una lluvia torrencial. Por suerte no se notaba mi llanto. Pero mi cara no podía hacer nada para ocultar el dolor.
Me atormentaban más las frases que mi cerebro como un filtro había recolectado. "No podemos seguir viéndonos", "Realmente me duele decirte esto, pero ya no es lo mismo. No puedo seguir teniéndote en mi vida. Me voy".



Parte cinco.

No quería aceptarlo. No quería desprenderme del recuerdo de su voz, de la emoción que surgía en el encuentro de nuestra piel. Habíamos compartido todo.
Mi vida era ella. No podría seguir adelante solo. No quería. ¿Por qué pasaba esto?
Clara, era ese ángel que todos esperamos en silencio, con el que soñamos todas las noches.
Por el que derramaría toda la sangre de mis venas y subiría hasta el volcán más alto para caer y convertirme en cenizas. Era el recuerdo perfecto de mi infancia, de mi felicidad, de mi primer amor, de mi primera amistad.
Perdería todo, todo por ver la esperanza de sus ojos negros brillar por sobre toda mi oscuridad.
Por que eso era en fin, mi salvación.
Sustuve la mirada fija en la nada. Las personas paseaban sus sombras alrededor del lugar, pero ya ninguna forma tenía sentido para mi. Una pantalla gris había nublado mis ojos y no tenía sentido volver a levantar la mirada si no podría ver el negro de ese hermoso cielo tormentoso.
No sé cuanto tiempo habré estado parado solo, ahí. Tratando de centrarme para lograr ordenarle a mis pulmones seguir respirando, con una fuerte sensación de vacío y soledad, que mi garganta reflejaba en un ardor casi infernal.
Ella ya no estaba, se había ido, pero no sabía hace cuanto. Sabía que ya su calor no estaba a mi lado y eso me dolia. como si un frío pentrara mi piel llegando a mi sistema nervioso para congelar todos mis sentidos.
Cuando llegué a mi casa no cené, no dormí, no hablé con mis padres, no prendí la computadora, no miré por mi ventana y ni siquiera saludé a Mateo al entrar en mi habitación.
Todo lo que era, se había quedado con ella, solamente prendía de mi cuerpo lo que podrían ser los restos de mi alma y de mi razón.



Parte seis.

Habían pasado dos largas semanas desde que había visto a Clara ese día de tormenta.
No pude hablar con ella, no tuve manera de comunicarme. Tenía miedo.
Ella había tomado la decisión de no volver a verme, yo debería respetarlo.
No quería ser egoísta con ella, "si lo amas déjalo ir" escuché decir una vez.
Supongo que aquella tarde la dejé ir.
Todavía recuerdo la expresión en el rostro de mi madre. Había sonado el teléfono durante la cena, en la víspera de un sábado.
Cuando colgó se dirigió hacia mi y no supo como explicarme que era la madre de Clara quien llamaba.
De ahí en adelante, todo pasó tan rápido que no recuerdo como llegué al hospital. Mi memoria guarda imágenes mías corriendo por los pasillos blancos y celestes, buscando esa cara tan familiar que tenía la madre de Clara, buscando alguna señal de alguien conocido.
Y finalmente, la había encontrado, el último pasillo del tercer piso, frente a la habitación 114, la familia de Clara.
Había dejado atrás a mis padres y lo único que pude notar fue que todos sus familiares tenían pañuelos en las manos y se abrazaban unos a otros.
El pánico que recorrió mi cara aterrorizó a mi madre. Nisiquiera ella me podía reconocer a esta altura.
No entendía que pasaba, no entendía por qué lloraban. Solamente quería ver a Clara, recordar su hermosa mirada y su cálido cuerpo.


Parte siete.

Olía extraño adentro de la habitación. Era una mezcla de todos los ramos de flores que le habían regalado a mi novia en su recuperación.
Me habían llamado por que no dejaba de decir mi nombre.
Tenía los ojos cerrados y la cabeza hacia un costado, estaba conectada a todo tipo de máquinas extrañas que hacían muchos ruidos.
No pude aguantarme las lágrimas esta vez. No quería ser fuerte, quería que ella lo fuera. Quería que superara todo esto por lo que estaba pasando.
Y abrió los ojos. Ese rayo de luz de su mirar se expandió por toda la habitación iluminándome el alma de orgullo y amor.
"Ari" susurró. Me acerqué lo más que pude y tomé sus manos.
Pero a pesar de todo ella sonreía , como cuando se quedaba dormida conmigo en mi cama. Sonreía como siempre lo había hecho.
"Al fin llegaste" me dijo.
Yo me moría por apretarla entre mis brazos y alejarla de toda esa tecnología que la rodeaban, con esas pocas fuerzas que le noté que juntaba se acercó a mi y me besó la mejilla.
Había extrañado tanto el perfume de su piel que el corazón me pedía a gritos que me relajara para no morirme infartado ahí mismo.
La presión de mi garganta aflojó para deslizarse sobre mi brazo izquierdo y mi corazón latió como nunca antes había latido.
"Siempre te voy a amar y mi alma siempre se quedará junto a la tuya" me dijo.
Dejó de respirar. Dejó de latir su corazon y el color de sus mejillas se fue lentamente. Sus ojos quedaron cerrados y su boca sonriente.
Y yo. Cerré mis ojos y me apoyé en su pecho deseando desaparecer junto a ella.



Los médicos dicen que ella murió a causa de su condición. Y de mi, que morí de un infarto. Pero todos saben que morí por amor.



Fin.

Esta versión está bien, leí las que haía publicado y estaban mal!

Espero que les haya gustado!

Prinn

2 comentarios:

  1. ey Pri que sorpresa y que alegria ver que tenes un blog y que escribis pero muy muy bien! Me super alegra que entre la batera y la escritora estes vos con, voy a leer poco a poco el blog y spero que pases por aca peridicamente para leer y ver tus novedades, las fotos tambien son muy lindas, te mando beso grande y saludos a la flia.
    Agregame al facebook si tenes.
    Nos vemos
    Ale

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  2. parece que se corto pero en la parte que dice "entre la batera y la escritora estes vos con" deberia seguir diciendo: "con tu personalidad tan linda y que no sea una pose!" No se que paso pero o se tildo la maquina y yo seguia escribiendo o toy chiflado. hejej listo, ahora si. Besos.

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